domingo, 27 de abril de 2025

San Rafael: senderos conocidos, emociones nuevas

 

¿Se han retirado definitivamente las lluvias o solo nos conceden una tregua? Ni los más expertos parecen tenerlo claro después de las últimas semanas

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Mejor no darle muchas vueltas. Es hora de preparar los bártulos y ponernos en marcha hacia San Rafael sin perder ni un minuto más.

La mañana en Madrid invitaba a pensar en una jornada templada: el sol brillaba y la manga corta parecía suficiente. Pero al llegar a San Rafael, la realidad nos golpeó con fuerza: menos de 4 grados nos recibían, recordándonos que en la sierra el clima juega con sus propias reglas.

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La incertidumbre sobre el estado de los montes es inevitable, pero confiamos en nuestro amigo Fer, quien juega en campo propio y será el guía de lujo en esta aventura.

Nos ponemos en sus manos y, con entusiasmo, nos reunimos un animado grupo de amigos: Andrés, Ángel, Asanta, Barri, Enrique, Fer, Juan, Luis Ángel, Rafa, Raúl, Santi y Alfonso. Después y durante un buen tramo del recorrido, se nos unirá Chupo, al que no le ha costado demasiado alcanzarnos.

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Recorreremos parajes ya conocidos, sí, pero la compañía de hoy hará que cada kilómetro sea singular. ¡Allá vamos! Arrancamos hacia Gudillos, la Garganta del Río Moros nos aguarda.

Iniciamos ascenso por la “alfonsina”, nosotros nos entendemos, esa senda que tantas veces nos ha dado la bienvenida o nos ha despedido al finalizar una ruta. El entorno luce espectacular con colores vivos, pero el camino está muy roto, anticipando las dificultades que nos iremos encontrando.

Alcanzamos el Camino del Agua y seguimos adelante pasando cerca del antiguo desvío a la Loma de la Peña del Arcipreste

Nos dirigimos a buen ritmo hacia la puerta de Campanillas que da acceso a la Garganta del Río Moros, pero ¡alto ahí! Que os pasáis de largo. Fer nos propone un ascenso, también conocido, pero que esta vez nos reta en mayor grado por su mal estado.

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Conocedores de la zona, algunos compañeros deciden seguir adelante por pista, para salir a nuestro encuentro más adelante. El resto, pedaleamos tras el guía, por ascenso roto, con tramos de barro resbaladizo, esquivando ramas secas… pero en un entorno de gran belleza que, con el esfuerzo, resulta difícil de apreciar.

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La siguiente puerta nos abre paso a la rota pista de El Mostajo, que desciende desde la Peña del Cuervo. Es el momento de un breve respiro; ajustar posiciones por los walkies, recuperar fuerzas y seguir disfrutando del entorno.

Nos incorporamos a la pista principal donde Andrés y Santi aguardan. Mientras, Enrique, Juan y Luis Ángel, sin saber que marchan por delante, aceleran el ritmo creyendo que cierran el grupo. La comunicación por el walkie no ha sido del todo clara.

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La ruta nos sigue sorprendiendo, el arroyo de La Pedriza atrae nuestra atención. Nos regala una cascada impresionante, un espectáculo natural y poco habitual que nos obliga a detenernos y apreciar el momento. El agua cae con fuerza, el sonido del pedaleo se desvanece, sustituido por el estruendo del agua al caer.

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En la pausa, volvemos a comunicar con el grupo de cabeza y, ahora sí, logramos entendernos. Conseguimos reagrupar junto al arroyo y la fuente de La Chispa. Pero falta Juan. Convencido de que aún tiene compañeros por delante, ha seguido pedaleando sin posibilidad de recibir nuestras indicaciones.

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El sol está presente, es verdad, nos acompaña, pero el aire se mantiene fresco. Hoy no nos sobra ropa.

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Ya tenemos a la vista el embalse de El Espinar, a tope de su capacidad y desaguando el excedente. No nos resistimos a acercarnos para hacernos unas fotos, pero Juan sigue escapado...


APAGÓN INOPORTUNO



Mientras “Juan sigue escapado”, mi gran pantalla de apoyo decidió hacer lo mismo: se desvaneció en un negro absoluto. El apagón irrumpió sin previo aviso, dejándome con las palabras a medio camino, atrapadas en la luz de un portátil que aún resistía.

Mi intención era marchar a San Rafael el martes y así lo hago, pero por aquí queda mucho por recuperar. No puedo ni avisar de que he llegado bien. ¡Qué desastre!

Sigo con la crónica de la ruta por si en algún momento pudiera publicarla…

Justo antes de retomar la marcha, Juan aparece, ha regresado a nuestro encuentro. Por fin el grupo está completo, y rodamos juntos durante un trecho en armonía, disfrutando del paisaje y del esfuerzo compartido. Pero la calma dura poco; el descenso invita a la velocidad y a la emoción, dividiendo de nuevo al grupo.

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Vamos a pasar junto a las peñas emblemáticas que tantas veces han sido testigo de nuestras fotos grupales. Sin embargo, los compañeros que marchan en cabeza, absortos en la velocidad, hoy pasan de largo dejando atrás esa parada tradicional.

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Donde sí nos vamos a detener es junto al imponente Pino Cardosillo, que sigue ahí plantado desafiando a cualquier inclemencia del tiempo. Unos minutos de calma, rodeados por el vibrante manto verde de la hierba crecida que llena la zona de vida.

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En los kilómetros finales, los senderos nos llevan por paisajes familiares, pero nunca monótonos y nos acercan hasta la puerta de Campanillas.

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Todavía habrá ocasión de recorrer unos kilómetros más, por el cruce de Los Navazos y el pie de Cabeza Reina, para tomar descenso por estrecha senda junto a los restos de antigua mina de wolframio, hasta el Apeadero de la Estación de Tren de San Rafael.

El cruce por puente de madera sobre el Río Gudillos marcará el fin de nuestra aventura.

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Publicada el día 30 de Abril

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martes, 22 de abril de 2025

Cuando la amistad puede con todo

 

El domingo de hace un par de semanas fue uno de esos días que te recuerdan por qué seguimos montando juntos


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La ruta no salió como esperábamos, pero quedó claro, una vez más, lo que realmente nos une: mucho más que caminos y kilómetros, son las historias y los momentos que compartimos. Nuestro amigo Fer tuvo una avería y, como siempre, no dudamos: salimos juntos y volvemos juntos.

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Lo notamos: para él fue difícil no sentirse culpable, aunque no debería. Es normal pensar que se está siendo una carga, que lo mejor sería regresar solo para no interrumpir la experiencia de los demás. Pero si algo tenemos claro en este grupo es que aquí no hay sitio para esos pensamientos. Lo importante no es la ruta en sí, sino las personas que la hacen especial.

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Cada salida se planea con ilusión, pero siempre hay que estar listos para adaptarnos. Y es que lo que nos define no son los kilómetros ni las cimas alcanzadas, sino la certeza de que, que pase lo que pase, nadie se queda atrás.

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Esto no es algo que hayamos descubierto ahora. Llevamos años viviéndolo y demostrándolo en cada salida. Las dificultades ponen a prueba nuestra resistencia como ciclistas, pero también refuerzan el valor del apoyo mutuo.

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Cada gesto de compañerismo fortalece nuestras relaciones y nos prepara para futuros desafíos, con la seguridad de que siempre podremos contar unos con otros.

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Al final del día, no son los kilómetros lo que cuentan, sino las historias que compartimos.


 Domingo, 27 de Abril de 2025

Encajado entre los cordales montañosos de la Sierra de Quintanar, en donde destaca La Pinareja (2197m) y la Mujer Muerta con el Peña del Oso (2196m) Allí encontramos el Valle del Río Moros.

Hora de encuentro: 8,45

Lugar de encuentro: Plaza Coyote - San Rafael

  

jueves, 17 de abril de 2025

Revenga y los Senderos que Cuentan Historias

 

La montaña no solo es un desafío físico, sino un escenario de historias que se entrelazan con cada pedalada


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Semana Santa, un tiempo de reflexión, de descanso para muchos, de trabajo para algunos, y de ruta MTB para los que decidimos que ni el clima caprichoso ni la distancia desde Madrid serían excusa suficiente para quedarnos en casa. Sin confirmaciones previas, sin certezas, pero con el firme propósito de pedalear.

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El cielo ya brilla sobre Revenga mientras nos reunimos con decisión y entusiasmo: Andrés, Ángel, Asanta, Enrique, Paco, Pawel, Raúl y Alfonso, cada uno portando su propia historia y motivación para afrontar la jornada. Sin importar cuántos fuéramos, ya habíamos ganado algo: la satisfacción de estar allí, listos para la aventura.

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Después de un tiempo de ausencia, celebramos la reincorporación de Andrés, quien, con la fortaleza de un titán, afrontará la ruta con la misma determinación de siempre.

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No tenemos muy claro si debemos abrigarnos bien; es posible que la niebla se disipe con el paso de las horas, pero el chubasquero va en la mochila. El amanecer muestra un horizonte incierto, con las cimas envueltas en un velo gris que aún duda si retirarse, pero nosotros ya lo hemos decidido: hoy se pedalea.

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Con ánimo y el corazón abierto a la aventura, nos lanzamos a conquistar los senderos que, desde los primeros metros, se empinan como un desafío inevitable. Tras unos kilómetros, hacemos una breve parada dejando a nuestras espaldas el embalse de Puente Alta, que sorprende y agrada ver al máximo de su capacidad.

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¿Pawel? ¿Alguien ha visto a Pawel? En un abrir y cerrar de ojos ha salido disparado cuesta arriba como pájaro enjaulado puesto en libertad y Paco, con su pequeño truco bajo la manga, no dudará en convertirse en fiel escudero. No le van a faltar ocasiones de demostrar que está sobrado de fuerzas.

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El esfuerzo nos lleva hasta el Collado Cruz de la Gallega, donde la panorámica nos recompensa con un espectáculo fascinante: la niebla se aferra al paisaje, contrastando con la blancura de las cimas nevadas.

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Una foto junto a la “Puerta de Santillana”, fiel testigo silencioso de nuestras aventuras en la Sierra de Guadarrama y de la pasión que nos impulsa.

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En el veloz descenso a Valsaín y la Pradera de Navalhorno, pasamos junto al imponente Cerro de Matabueyes, cuya presencia, como guardián silencioso, invita a ser explorado en otra ocasión.

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No podemos evitar detenernos para reagrupar y hacernos unas fotos junto al Monumento a Los Carreteros, mientras las cercanas ruinas del Palacio de Valsaín nos susurran relatos de un pasado cargado de historia.

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Nos adentramos en zona de pinares, avanzando por el sendero de los Reales Sitios. Cada pedalada nos introduce en un paisaje que parece envolvernos en un abrazo natural.

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Continuamos por la carretera forestal de la Cueva del Monje a la Pradera de las Vaquerizas, donde el estruendo del arroyo de la Chorranca se escucha desbordante de energía. Un espectáculo natural que nos invita a detenernos para ser contemplado.

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El corazón de la ruta nos guía hacia la Cueva del Monje, donde el eco del pasado se entremezcla con la magia del bosque. A lo largo de los años, lo hemos visitado en innumerables ocasiones. 

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La historia del avaro hidalgo Segura, que engañó al mismísimo diablo ofreciendo su alma a cambio de poder y riquezas, se entremezcla con nuestras propias historias y la de los compañeros que han ido convirtiendo cada visita en única y memorable.

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La travesía continua entre fuentes que parecen dialogar con el viento: la Cruz de Abastas, el Zorrillo, Majarrompe y la Peseta, todas ellas recordándonos que el agua es el alma de esta tierra.

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Mientras enfrentamos repechos exigentes, los descensos nos ofrecen alegría y libertad, con el calor y el frescor alternándose juguetones con cada pedalada.

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Superamos el Puente de los Quebrados, que desafía el tiempo, mientras continuamos avanzando por el GR 10.4 El Camino Viejo del Paular, con implacable ascenso al Puerto de Cotos, nos llama desde el comienzo de su senda, pero preferimos no mirar demasiado, recordando la dureza que hemos enfrentado allí en otras ocasiones.

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En una pradera soleada recuperamos fuerzas con una barrita o gel, antes de recorrer un kilómetro por la Vereda de la Canaleja, ya conocida de rutas previas. Al llegar al Puente Arroyo del Cancho dejamos que este rincón nos ofrezca un momento de calma que relaja la adrenalina.

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Hoy exploramos la segunda parte de la Canaleja, hasta la fuente del Puente de la Cantina. Las recientes lluvias y nevadas han transformado el sendero con caprichosos charcos, barro, raíces, ramas y árboles caídos que desafían a quien se atreva a recorrerlo sin precaución. Sin embargo, durante el descenso, las exclamaciones de sorpresa y emoción de mis compañeros reflejan el asombro que nos envuelve en cada tramo.

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Con mucha precaución cruzamos la Carretera de Madrid y rápidamente enlazamos con la carretera forestal de La Fuente de la Reina. Al llegar al Puente del Telégrafo, donde confluyen el arroyo Minguete y el arroyo del Telégrafo, el lugar nos recuerda que en este punto comienza un nuevo desafío, que pondrá a prueba nuestras fuerzas.

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Nos enfrentamos a un ascenso de algo más de cuatro kilómetros, donde los fuertes desniveles nos desafían desde el primer instante. Cada pedalada es un esfuerzo continuo, como si la pendiente no estuviera dispuesta a conceder ni un segundo de tregua. Algunos compañeros han buscado aliados, mientras otros han optado por enfrentarlo en solitario. ¿Y Pawel? Su ausencia nos deja pensando si ya se estará refrescando en la fuente, acompañado por Paco.

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La Fuente de la Reina nos recibe con la serenidad de quien nos conoce bien: cansados, unos más que otros, pero satisfechos. Podría llamarnos a cada uno por nuestro nombre, pues hemos sido sus fieles visitantes durante años. Nos ofrece su agua y accede a ser fotografiada en nuestra compañía, antes de despedirnos con una melancólica tristeza.

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Con la acumulación de barro en la zona, no solo por las lluvias recientes, sino también por el arrastre de pinos cortados, decidimos abandonar la idea de alcanzar el Cerro de la Camorquilla y continuamos por el Cordel de SantillanaLas ruedas trazaron su historia en el sendero, dejando huellas sobre el barro y la nieve. Surfearon con destreza sobre las abundantes piedras, avanzando con firmeza con los frenos como meros espectadores de la audacia.


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El refugio y la fuente de los Pastores señalan el punto donde tomamos el desvío hacia el comedero de buitres. Al llegar, descubrimos la mesa preparada con los manjares dispuestos, aunque los comensales aún no han acudido a su cita, dejando el banquete en espera mientras las vistas espectaculares nos envuelven.


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El descenso discurre por un entorno magnífico, una maravilla que invita a ser explorada de nuevo. Al llegar al camino forestal del Río Peces, nuestra marcha se detiene. Recorremos un kilómetro que nos ayuda a relajarnos y asimilar todo lo vivido.

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Ya no hay pérdida. El camino retoma el primer tramo del día, ahora convertido en un descenso que recompensa cada esfuerzo. Las ruedas giran con soltura mientras la pendiente nos guía de regreso, dejando que disfrutemos de cada curva y de un paisaje que se despide con elegancia.

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Finalmente, al llegar de nuevo a Revenga, una sensación de plenitud nos envolvió. Más que una ruta, había sido una conexión profunda con la montaña y una celebración del espíritu de equipo. 

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Basta con observar las miradas de los compañeros para entender que, en cada sendero y en cada desafío, descubrimos un pedazo de nosotros mismos.